Con este tercer y último artículo (que incluye las crónicas pendientes de las carreras de carros de las Ludo Ergo Sum 2016) cerramos las Ben-Huradas, motivadas por el estreno de Ben-Hur 2016. (¡ALERTA DE SPOILERS!)
- Ben-Hur 2016. La carrera del cine épico clásico hacia el melodrama moderno, por María José Martínez Ruiz.
- Errores y aciertos en Ben-Hur, por Alfonso Mañas.
- Las Ben-Huradas, por David Temprano.
Esperamos que saquéis buen provecho de estos tres puntos de vista tan dispares, y que no os perdáis la película en los cines (en casa perderá puntos de espectacularidad).
NOTA: Todas las fotos corresponden al prototipo no comercial de Gladiatoris, y las miniaturas de estas fotografías son conversiones de otras marcas; no son propiedad de EscenaRYS.
las Ben-huradas
David Temprano.
“El circo es un juego de sangre; y ese juego necesita una estrategia.” Y por lo que parece en Ben Hur 2016, ese juego necesita un entrenador que vaya gritando esa estrategia desde una buena posición… aunque ocupe el espacio de los camilleros y les impida hacer su trabajo, convirtiendo una muerte accidental en un hecho risible.
¿Son acaso famosos los romanos por los diseños poco funcionales de su arquitectura? El relato cinematográfico puede ser muy audaz… El Coliseo de Roma era capaz de evacuar a 50.000 espectadores a una velocidad de vértigo gracias a sus vomitorios, pero en las (dudosas) entradas de la spina a la arena de este circo no cabe la camilla para la que están destinadas.
Como hemos podido comprobar por las agudas críticas de M. J. Martínez Ruiz y A. Mañas, este solo es uno más entre todos los errores que acumula Ben Hur 2016; incluso sería anecdótico, ya que responde a una necesidad de la trama -el accidente del camillero- que viene a apoyar el mensaje principal -las carreras pueden resultar mortales-. Pero, desde mi butaca de espectador, resultó definitivo.
Esa amalgama diversa que somos el público podemos aceptarlo todo, aguantarlo todo, en predisposición del posible “arrebato” por el que hemos pagado nuestra entrada. En las secuelas y remakes, nos basta incluso con una leve emoción que nos devuelva al momento pasado en el que fuimos extasiados por la película original. La música de Miklós Rózsa, acompañando la vuelta triunfal de las cuadrigas, hoy me sigue poniendo los pelos de punta. Así que, como público, aguanté la factura televisiva sin épica, misticismo ni planos generales; aguanté la pobre trama amorosa; aguanté las explicaciones machaconas (“…and God help you if you use voice-over in your work, my friends.“) destinadas a un público más joven y al parecer más estúpido; también la batalla naval vista -y capitaneada- desde una rendija… aguanté todo, aún sonriente, en espera de la gran carrera de cuadrigas… Qué decepción.
La reconstrucción histórica cinematográfica está siempre plagada de errores, y algunos de ellos calan en el imaginario colectivo; es el caso, por ejemplo, del famoso pulgar –pollice verso– que decide la vida y la muerte de los gladiadores. Así que no puedo evitar preguntarme: ¿dónde están las cuchillas de los carros? ¿Pero qué interés tiene la carrera si Mesala no lleva cuchillas en las ruedas? ¡Por los Dioses, si hasta las tienen las cuadrigas de Playmobil! Dado que la excusa de la verosimilitud histórica había desaparecido a los pocos minutos de metraje (maldita bajante, que sale en cinco planos y resulta muy difícil de creer)… ¿a quién se le ocurre cargarse las dichosas cuchillas?
Cuando mostramos los distintos tableros (“arenas”) que se pueden configurar en Gladiatoris, todo el mundo se sorprende al ver el Circo. He visto una mirada, entre esperanzada e ilusionada, en los jugadores que preguntan: “¿también se pueden jugar carreras de cuadrigas?”
Y es que varias generaciones adoramos el Ben-Hur de William Wyler, y nos asombramos al comprobar la escala ciclópea del Circus Maximus… ¡queremos recrear esas carreras! ¿Os imagináis en la primera fila, expuestos a ser aplastados por una cuadriga desbocada, viendo el sudor de los aurigas por conquistar la primera plaza?
Es muy común que los juegos del anfiteatro y del circo se confundan, y a menudo se piensa que “los gladiadores combatían en el circo”. Aunque se trate de un error obvio, este gran edificio también acogió en ocasiones combates mortales.
“Asiduamente dio espectáculos magníficos y suntuosos no sólo en el anfiteatro, sino también en el circo, donde además de las usuales carreras de bigas y cuadrigas también dio dos batallas, una a caballo y otra a pie”. Suetonio, Domiciano 4, 1.
Con la ampliación “CIRCUS”, se puede montar una gran pista de carreras para enfrentar a los gladiadores -ahora aurigas- montados en carros.
En 2011 abrimos varias veces las puertas del circo: la primera fue en Micron Valladolid, donde jugamos una carrera que titulamos Circus Maximus… pero que se jugaba, en realidad, en el pequeño circo de provincias de todas las demás. De hecho, nos vimos obligados a usar bigas (que ocupan 4 casillas) en lugar de cuadrigas (de 7 casillas).
Las nuevas reglas de carrera tenían muchas posibilidades, así que pronto organizamos nuevos encuentros.
En una disputada carrera de bigas, presenciamos como los Caballeros dorados ganaron, en el último momento, a los Sin Escudo azules. ¡Los otros dos carros habían volcado desastrosamente!
También usamos el circo para organizar grandes batallas con los generales montados en carros de guerra… ¡con cuchillas en las ruedas!
Y es que, a menudo, resultaba más divertido lanzar a los carros al galope para embestir a los rivales. ¡Gladiatoris brilla en los combates múltiples!
En la séptima jornada de la segunda liga Ludi Pucelae, sólo con veteranos en las mesas, ocho jugadores participamos por parejas, cada uno llevando los colores de una de las cuatro facciones tradicionales del Circo: Albata, Prasina, Russata, y Veneta. La victoria fue para la facción Russata… ¡La mía! 🙂
En 2012, juntamos todas las ampliaciones de Gladiatoris para montar un enorme Circus Maximus, en el que llegaron a combatir a la vez ocho jugadores en una gran cacería en la que, además de grandes felinos, jabalíes y osos, participaron un cocodrilo, un hipopótamo, un rinoceronte y un elefante. Obtuvo la victoria el equipo amarillo de los Venatores (Cazadores).
Desde entonces, hemos jugado alguna vez más, y hemos perfeccionado las “reglas de carrera”, para ayudar a que los carros compitan hasta la meta. Queríamos reducir la frecuencia con la que el carro en última posición, desmoralizado, decide darse la vuelta para cargar frontalmente contra los que van en cabeza. Así no se puede ganar la carrera… ¡pero es muy divertido!
En las jornadas Ludo Ergo Sum 2016 desempolvamos los viejos carros para enfrentarnos en una trepidante CARRERA DE BIGAS.
Luis “Lusitor” en la facción azul, Pedro “Pedrotronicus” en la roja, Gerardo “Lanarch” en la naranja y David “Thraex” en la verde.
El primer giro a la spina está muy reñido: los verdes van en cabeza, pero los naranjas amenazan con sobrepasarles y cerrarles el paso.
Los carros retrasados, el azul y el rojo, chocan entre sí y sufren graves daños. Los camilleros de estos equipos entran en la arena, pero ningún auriga es derribado.
El carro verde pasa fugaz entre los camilleros, que se lanzan a tiempo al interior de la spina (esta vez sí).
¡Vuelca el carro rojo! El pobre auriga-Secutor de Pedro muerde el polvo, y los demás carros giran de nuevo, completando la primera vuelta a gran velocidad.
El carro verde va en cabeza, y parece imparable, cuando los naranjas juegan la carta de munera “Saltar Turno”… ¡y el carro verde se retiene en seco!
Tras las últimas partidas (Munus Legitimum con Reika), estamos estudiando retirar esta carta, ya que son varios los jugadores que
consideran que desequilibra el juego (que se lo digan a mi auriga verde, que perdió la carrera), y no parece estar justificada (yo creo que el auriga estaba a sueldo del equipo rival).
El carro naranja sobrepasa al verde golpeándole el costado, y el auriga-Thraex cae al suelo. Los azules aprovechan para ponerse en cabeza, pero el naranja los golpea con su bastón (nuestros aurigas van armados) y acaba con él, dejando a un carro sin control.
La facción naranja de Gerardo se lleva la victoria, obteniendo dos palmas. Se reparten los premios, y la carrera termina así.
Gerardo (Petauristae naranjas): 10.800 sestercios
David (Parmularii verdes): 4.500 sestercios
Pedro (Scutarii rojos): 3.800 sestercios
Luis (Sine Scutum azules): 1.000 sestercios
La última partida de las jornadas también se celebró en la arena del circo, pero en esta LUCHA DE CARROS Y FIERAS lo menos importante fue llegar a la meta: ¡los aurigas lucharon por su supervivencia!
A las riendas de la biga roja, Jorge Coto, alias Tiberio Sempronio Graco, “un clásico del frikismo en España”, fan del mundo romano y editor en HT Publisher; Álvaro Lomán, autor de la serie El Fin del Mundo, con los naranjas; y explicando el juego, Luis con los azules y Gerado con los verdes.
La carrera arranca con normalidad, pese a los peligrosos surtidores de aceite que empapan la arena. De pronto, en la segunda vuelta, se abren las trampillas de las fieras, y entran un tigre y un leopardo. Un carro pierde a sus caballos; el leopardo es atropellado y cae inerte… y aparece entonces un enorme león, que corta el paso a los carros. Obligado a rodar sobre el aceite, otro carro vuelca, y el resto quedan atrapados entre trampas de lanzas.
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Los espectadores rugen de alegría al ver a las fieras devorar a estos condenados ad bestias, que creían tener alguna posibilidad.
¡Victoria de los rojos de Tiberio!
Mientras los naranjas se retuercen de dolor y frustración, Tiberio celebra la victoria de su auriga (y la de su león, los únicos supervivientes en pie) con un paseo triunfal.
Debo reconocer que la nueva versión de Ben Hur 2016 ha sido meritoria en dos aspectos:
- En primer lugar, nos ha hecho volver a la novela original de Lewis Wallace, principalmente para encontrarle una justificación a todos los cambios que nos han molestado, irritado e incluso enfurecido (¡cuchillaaas!).
- En segundo lugar, nos ha devuelto las ganas de correr en nuestro circo para disfrutar de peligrosas maniobras, trampas y juego sucio. Estamos seguros de que, con las carreras de Gladiatoris, el público sí estará satisfecho.
David Temprano es escenógrafo de cine y televisión,
profesor de Dirección Artística en la Escuela de Cinematografía de la Comunidad de Madrid (Ecam),
y coautor de Gladiatoris.